| Andrew Evans en La Ruta Jordana |

Por Andrew Evans

El arte del “No gracias”

Si aceptásemos cada oferta para tomar té, nunca terminaríamos de caminar la Ruta Jordana. Todavía estaríamos, en cambio, en algún lugar de la Primera Sección, deteniéndonos en el camino a través del paisaje pedregoso y nunca moviéndonos más de medio kilómetro sin que algún pastor o jeque exigiese que nos sentáramos y tomásemos el té con ellos.

Es por eso que, además de decirme como alimentarme con trozos calcáreos de yogur seco para obtener  sal y la energía, una de las cosas más útiles que me han enseñado los Mohammads es cómo rechazar educadamente una invitación para el té con esta útil sílaba: "Eisht”; explicándome, mientras me forzaban a repetirla a la gente que pasábamos por el camino, que esto significa algo entre, "Gracias- y -Que Dios le dé una larga vida." El árabe parece favorecer la hipérbole.

Ahora, cuando los hombres adultos o muchachos jóvenes llaman desde sus tiendas, desde la oscura sombra de una roca, o desde debajo de un árbol, nuestra conversación se parece a algo como esto:

"¡La paz sea con vosotros!" yo saludo.

"La paz de Dios esté con vosotros, hermano mío", responden con cierto entusiasmo. "Vengan a tomar el té! ¡Coman con nosotros!

"¡Gracias! ¡Que Dios te dé una larga vida! "

He aprendido que se necesitan dosis repetidas enviando longevidad consagrada por la divinidad antes de que asientan y sonrían educadamente, dejándome de lado, aunque todavía sacudan la cabeza, como si me perdiera su última bondad.

Ahora dejo que los Mohammads decidan cuando nos detenemos para el té, que es generalmente cuando nos encontramos con uno de sus numerosos parientes, o alguien que es más o menos de su edad. La última vez que ocurrió fue a menos de un kilómetro de la alta Acrópolis de Kerak, el simbólico punto medio de nuestro viaje a través de Jordania y una icónica torre de arquitectura cruzada de la que habíamos estado hablando durante más de una semana. Allí estaba, por encima de nosotros como un castillo en las nubes, irradiando rayos de esperanza y la promesa de un descanso, buena comida y agua caliente.

No importando nuestra cercanía a la línea de meta para la Sección cuatro, Mohammad todavía me detuvo, llamando desde una línea de árboles, apartándome del sendero y presentándome al joven que trabajaba a la sombra. Estreché la mano con Abu Karima, calculando que está en sus veinte, y acepté el cálido vaso de té de color ámbar, bebiendo profundamente a pesar del intenso calor del día.

El verdadero té beduino no tiene nada que ver con el té convencional: es extraordinariamente ahumado y dulce, potenciado por los sabores de las piñas de tierra y la madera de enebro al fuego, con menta silvestre, salvia y romero. El té beduino es un concepto en continuo cambio que refleja la estación, la hora del día y las necesidades del bebedor. De vuelta en Wadi Mujib, cuando estaba sufriendo de un malestar estomacal, Mohammad me hirvió una taza de brebaje de color de orina que sabía horrendo, pero me curó en una hora. Sólo más tarde descubrí que la hierba era Artemisia o ajenjo, el ingrediente clave de la absenta.

Ahora, cerca del final de una semana de viaje, los Mohammads charlaban mientras bebía el té ahumado del pastor y miraba perezosamente a Abu Karima realizar su trabajo. Primero cogió un carnero adulto de la manada, arrastrando el animal con considerable gentileza por el suelo antes de atar sus cuatro patas con una cuerda. Arrodillándose sobre él, comenzó a rasurar a las ovejas, cortando ruidosamente el grueso fardo de lana y tirando la masa de piel de la misma manera que uno podría quitarse un abrigo de invierno.

Abu Karima y su esposa abandonaron Siria en 2010, justo al comienzo de la guerra. No son refugiados por definición, ya que entraron legalmente a Jordania (con pasaportes), pero simplemente nunca volvieron de donde vinieron. Ahora la esposa de Abu Karima estaba embarazada de su segundo bebé, y viven en una tienda justo debajo del castillo de Kerak mientras cuida de las ovejas de su jefe. Mientras que su esposa le explicaba esto, Abu Karima movía las ovejas amarradas de una posición a otra y recortaba kilos de lana. Cuando terminó, hizo un último corte en el resto de la pelusa, luego desató a un carnero más ligero y elegante que rápidamente se lanzó a la libertad.

"¡Naiman!" Gritó Mohammad a la oveja recién cortada, y la esposa de Abu Karima rió en voz alta. Naiman (نعيما) es lo que le dices a alguien que acaba de cortarse el pelo o de tomar una ducha, una especie de bendición que ofreces después de que alguien se ha limpiado. La palabra deriva de la misma raíz que la palabra para el "paraíso", de modo que a mí me sonó como si Mohammad estuviese deseando el paraíso para las ovejas. Incluso Abu Karima se rió entre dientes y nos estrechó la mano. Dimos las gracias a la familia por su hospitalidad, luego agitó la mano durante mucho tiempo mientras caminábamos hacia arriba, gritando una despedida: "¡Vayan en Paz! ¡Vayan en paz!"

Una hora más tarde, nuestra sudorosa banda de excursionistas había entrado en la antigua ciudad amurallada de Kerak, chocando las palmas unos a otros y felicitándonos por haber terminado otra sección y finalizar la primera mitad de la Ruta Jordana. Celebramos saqueando el congelador de helado de una tienda de conveniencia local, para luego devorar los fríos manjares en los escalones de una pollería al aire libre, insensibles a la carnicería de pollos que sucedía justo detrás de nosotros y preguntándonos qué tan mal olíamos por cómo la gente del pueblo nos miraba.

"Está bien," nos aseguró Muna. Podemos sentarnos aquí. Este es el vecindario de mi tío. "Esa parece ser la forma cómo funcionan las cosas en Jordania: el país es como un laberinto de relaciones familiares, de modo que mientras la mayoría de la gente dice que son de Ammán, en realidad son de algún otro lugar. Todo lo que se necesita es decir el nombre correcto y conectar los puntos a ese nombre y se encuentra la pista. No menos de tres minutos disfrutando nuestro helado y media docena de hombres en el barrio ya se habían reunido alrededor de nosotros, declarando la posición de su rama en el árbol familiar de Muna, todos ellos sonriendo y riendo con nosotros. De repente éramos vecinos, rodeados de vecinos y nuevos amigos, y todos ellos nos dieron la bienvenida a Kerak. Esta es precisamente la manera en la que he logrado caminar medio camino a través de Jordania sin ser tratado como un extranjero: parece que el tan solo caminar junto a jordanos me coloca bajo esta definición general de familia.

La Belleza es Dolor

Así, en nuestro día de reposo en Kerak, mis hermanos de la senda -los Mohammads, Stuart de Inglaterra y nuestro astuto logístico, Sanad- me acompañaron en un viaje hacia los barberos. Después de un mes sin afeitar, mi barba se estaba poniendo caliente, enroscada y demasiado larga para ser cómoda. Sabía por experiencia que los peluqueros jordanos son maestros en recortar y dar forma a la barba, pero también son sádicos que pueden hacer llorar a un hombre adulto con nada más que un jalón de hilos.

Threading (depilación con hilo) es un tipo especial de tortura, en el que el peluquero arranca el vello facial de la barba preparada mediante la ejecución de hilos tensados directamente sobre la piel. El resultado es una barba perfectamente afilada con ángulos militares agudos, y en mi caso, una apariencia enrojecida y orejas que permanecieron sensibles durante muchas horas.

"¡Naiman!" Dijo Mohammad, dándome una palmada en la espalda cuando el dolor había terminado. Después de tanto tiempo en el sendero, fui lavado, afeitado, arreglado y limpiado - listo para el paraíso, ¡y con las cejas bien recortadas para salir!

Pero simplemente realizar senderismo la Ruta Jordana se siente como estar el paraíso. Caminar estos primeros 200 kilómetros es una bendición; el estar rodeado de naturaleza todo el día y toda la noche es maravilloso; dormir con el viento cálido y la luna, medir el tiempo por el alcance de las montañas que esperamos cruzar cada día, y al anochecer, nadar en arroyos fríos amurallados por flores que huelen a pastel de cumpleaños: todo ello es demasiado espléndido para palabras escritas en una pantalla. E incluso ahora, el pasar un día entero en Kerak, explorar la totalidad del castillo, estar en las murallas y mirar casi una milla directamente hacia abajo en el abismo magnífico de la tierra que desciende hacia el Mar Muerto, se siente como un tremendo regalo que sólo se puede conceder en este camino a través de la tierra.

Esta es la razón por la que debemos rechazar todas esas ofertas sinceras para tomar té; por lo cual una y otra vez debemos decir: "Ten una larga vida", luego saludar y seguir caminando. Hasta ahora, sólo lo hemos hecho a mitad del camino a través del Reino Hachemita de Jordania, y hay otra mitad entera esperando a rodearnos con toda su belleza y sorpresa.

No se necesita una larga vida para caminar por la Ruta Jordana, pero la Ruta Jordana ha hecho que mi vida se sienta más larga y más grande que nunca. Se ha convertido en la fuerza motriz de mi vida cada mañana, sacándome de mi saco de dormir y atando mis botas, marchándome hacia la siguiente colina. Ahora sé que hay mucho más que ver y vivir, tanto que debo seguir caminando.

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